YOU SHOULD STOP. | RICK HILDEGARD & GINGER WOOD.

× Situación previa: Conversación entre Rick Hildegard y Emma Bellet.

— Da igual... Estoy bastante enfadado con ella.
— ¿Quieres un abrazo?
— Quiero millón.

En cuanto Rick vio a Emma acercarse a él, no dudó en abrazarla, rodeando su cuerpo con ambos brazos en lo que escondía también su rostro en el cuello ajeno. Poco tardó en retirarse para, resignado, seguir hablando.

— En fin, encima se ha encerrado en su situación sin hablarme ni nada. Y no me responde los mensajes.
— ¿Quieres ir a ver si está bien?
— Si la veo probablemente vuelva a discutir con ella.
— Pero no te vas a quedar tranquilo hasta que no lo hagas.

Se calló unos segundos, intentando tomar aire para lo que fuera a hacer porque, en el fondo, sabía que su amiga tenía razón y eso le hizo asentir con la cabeza tras suspirar.

— Sí, en eso tienes razón. Más tarde te cuento, ¿sí? Gracias por todo, Emma. De verdad, eres un ser de luz maravilloso.

Tras dedicarle una última sonrisa a la catalana algo apagada, le dio un suave beso también en la mejilla y salió de su casa tras la despedida.

Si las cosas hubieran sido de otra manera, Rick ya estaría en su casa habiendo usado su velocidad, pero no, esa vez no lo hizo y fue caminando tranquilamente como si de eso le fuera a servir o si con eso pudiera despegar la mente de toda la mierda que se había formado únicamente por darle un consejo a su amiga que pensaba que llevaría mejor.

Durante el camino siguió pendiente de su teléfono por si entraban mensajes de Ginger, pero nada. Ya habían pasado varias horas desde que le dijo que estaría en su habitación y su hora de conexión también era bastante alarmante. Eso extrañó al neoyorquino que aceleró el paso vaticinando lo peor.

× Situación actual: Rick Hildegard con Ginger Wood.

Había tardado en llegar más de lo que le gustaría, pero seguía sin saber noticias de Ginger, ni siquiera su madre le supo decir nada más que lo que ya sabía, que estaba en su habitación. No podía seguir así, por lo que a pesar de que las consecuencias serían negativas si volvían a hablar con todo fresco, Rick no podía quedarse con la incertidumbre de saber si estaba bien o no.

Al llegar a la puerta de la habitación, tocó varias veces a la puerta esperando a que le diera permiso para entrar.

— ¿Ginger? Soy yo, Rick. Ya sé que estamos enfadados, pero quiero asegurarme de que estás bien...

Respuesta no había, tan sólo el silencio y la puerta cerrada. Su ceño se frunció, no esperaba que no fuera a hablarle, es que ni siquiera le respondía y eso sí que era extraño cuando se estaba bajando los pantalones delante de ella.

— ¿En serio no vas a hablarme...? — repitió.

El silencio era lo que volvía a sonar, así que frustrado acabó abriendo la puerta y encontrándose a su amiga inconsciente tirada en la cama. A su lado, un polvo blanco y en su nariz restos del mismo. No podía creerse lo que estaba viendo.

— ¡Ginger! — gritó a la par que se acercaba a ella para cogerla en peso y colocarla bien para que intentara reaccionar. — Me cago en la puta, eres imbécil, joder. — Hablaba mientras las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos directas a sus mejillas.

No sabía el tiempo que llevaba así por lo que tuvo que actuar rápido y ahora no dudó en usar su fuerza de la velocidad para llegar a urgencias en cuestión de segundos.

— ¡Por favor, un médico, creo que ha tenido una sobredosis!

Negaba con la cabeza, su amiga seguía sin reaccionar y a él iba a darle algo de los nervios, pero no iba a dejarla sola. Se acercó a ella y a su oído en lo que le preparaban una camilla.

— Tranquila... Te vas a poner bien, te lo prometo...

En ese momento sí que cayeron varias lágrimas por sus mejillas, quizá de rabia e impotencia por la situación que estaba viviendo pero ahora sí que aquello debía ser un punto y a parte en su vida y esperaba que se lo tomara como tal.

En lo que se la llevaban se pasó la mano por el rostro y retiró las lágrimas.
No podía pasar con ella hasta que le dieran la orden y le hicieran todas las pruebas pertinentes, pero si a Ginger le pasaba algo, él se moría allí mismo.


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